sábado, 12 de marzo de 2011

Un conflicto de intereses:

En un artículo publicado por Paul Kennedy el 24/02/2011 incide en un factor clave para el futuro de la civilización que conocemos: la avaricia. Ya no sólo se trata del agotamiento y aniquilación de todo lo que sustenta la vida en el planeta, que sigue siendo un hecho incuestionable, sino de la de las características propias de la condición humana: la codicia. En este caso se trata de una codicia global, cuyas consecuencias serán devastadoras y muy lejanas a los discursos de índole solidaria o de progreso social y económico, que diariamente profieren los prohombres que nos gobiernan o que dirigen las grandes corporaciones empresariales.
El mundo está alcanzando límites globales en el uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada día en forma de inundaciones, sequías, terremotos y tormentas catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o somos víctimas de una codicia autodestructiva.
Los límites a la economía mundial son nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la población mundial y la expansión nunca antes vista del crecimiento económico en casi todo el planeta. Actualmente 7.000 millones de personas habitan la Tierra, en comparación con solo 3.000 millones hace medio siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso per cápita es de 10.000 dólares; pero en el mundo desarrollado es de alrededor de 40.000 dólares y de unos 4.000 dólares en los países en desarrollo. Eso significa que la economía mundial está produciendo alrededor de 70 billones de dólares por año, en comparación con alrededor de 10 billones de dólares en 1960.
Sin embargo, hay otra cara de la historia de crecimiento global que debemos entender con claridad. La economía mundial crece a un 4,5% por año y, a ese ritmo, se encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años. La economía mundial actual de 70 billones de dólares llegará a los 140 billones de dólares antes de 2030 y a los 280 billones de dólares antes de 2050 si extrapolamos a partir de la tasa de crecimiento actual.
Nuestro planeta no podrá sustentar físicamente este crecimiento económico exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso hoy, el peso de la economía mundial ya está aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los suministros de recursos energéticos de combustibles fósiles creados hace millones de años, mientras que el cambio climático resultante ha conducido a una gran inestabilidad en función de precipitaciones, temperatura y tormentas extremas.
Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo, incluidas las regiones productoras de cereales del norte de India, del norte de China y del Medio Oeste estadounidense, los agricultores están recurriendo a aguas subterráneas para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que abastecen de agua para el riego se están agotando. En algunos lugares de India, el nivel freático ha descendido varios metros al año en los últimos años. Algunos pozos profundos se están acercando al punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad a medida que el agua del océano se infiltre en el acuífero. En España esto lo sabemos muy bien desde hace muchos años, y todavía no existe un plan nacional que corrija los desequilibrios hídricos y al mismo tiempo suponga un desarrollo sostenible
El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún más, la creciente crisis de recursos producirá una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente a una lucha cada vez más violenta por la supervivencia.
Los ricos intentarán utilizar su poder para obtener más tierras, agua y energía para sí mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para hacerlo, si es necesario. Estados Unidos ya ha seguido una estrategia de militarización en Oriente Próximo con la ingenua esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por los suministros, a medida que China, India y otros países compiten por los mismos recursos que, además, se están agotando. China, Corea del sur, Rusia, Arabia Saudí y otros, han entrado en una carrera de adquisiciones de tierras productivas en diversas partes del mundo (África fundamentalmente, donde políticos poderosos venden a inversionistas extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos destinados a la exportación, dejando poco o nada para las poblaciones locales) con el objetivo de garantizarse el abastecimiento de productos básicos. Ésta es una práctica que ya iniciaron los americanos en Sudamérica y no ha supuesto un avance significativo en el bienestar de la población local de las diferentes regiones
En los países de mayor peso -Estados Unidos, Reino Unido, China, India y otros- los ricos han disfrutado de cada vez más altos ingresos y un creciente poder político. La economía de Estados Unidos es rehén de los multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave. Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes, donde la riqueza y la corrupción van en aumento.
La sensación de que la impunidad domina es inevitable en nuestras sociedades, y eso las lleva, gradual pero indefectiblemente, a tener una cada vez mayor tolerancia hacia ella. El individuo aislado percibe que no le compete intervenir ni poner remedio, cuando ni siquiera lo hacen los jueces. Dejar pasar un delito más del que tengan conocimiento o hayan sido objeto, un crimen aislado de la vida civil, no tiene mayor importancia ni cambia nada en esencia, ante la superabundancia de los crímenes públicos, económicos y políticos, que quedan y quedarán siempre impunes. Se trata de una de las más grandes desmoralizaciones de nuestro tiempo. Esta actitud de resignación ante lo inevitable se está haciendo evidente en cualquier rincón del planeta, forma parte del subconsciente colectivo planetario
Si la codicia prevalece, el motor del crecimiento económico agotará nuestros recursos, marginará a los pobres y nos llevará a una profunda crisis social, política y económica. La alternativa es un camino de cooperación política y social, a escala nacional e internacional. Todo el mundo conoce la teoría pero yo no veo acción alguna por parte de los dirigentes políticos en esta dirección

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