sábado, 2 de julio de 2011

El gen corrupto que habita al sur de los Pirineos

Tengo que admitir que los resultados de las pasadas elecciones, aun siendo previsibles, han provocado en mí una aguda desazón. Y esto, puedo asegurarlo, no es debido a razones ideológicas de ninguna clase.

Estas elecciones eran para mí, dadas las circunstancias y los factores excepcionales en ellas presentes, una oportunidad para evaluar el nivel de madurez cívica y de sensibilidad (léase educación) social de los ciudadanos de este (¿pobre?) país.

En contra de lo que cree la mayoría, considero que los perdedores no han sido los políticos, ni los afiliados o simpatizantes del PSOE, como tampoco son ganadores (a diferencia de lo que cree la mayoría) los políticos y afines al PP. Que el PSOE iba a sufrir un descalabro electoral era previsible, pues el Gobierno de España se ha convertido (por méritos propios y ajenos) en digna diana hacia donde proyectar el malestar y la frustración personal (sentimiento que ha estado maravillosamente canalizado por los políticos y el personal ideológicamente próximo a los partidos de la oposición, quienes han disfrutado de una mayor presencia en los medios de comunicación.

Como consecuencia de la crisis económica –que no de valores ya que ésta viene de más lejos- los políticos (sobretodo los del PP) han articulado un discurso no exento de contradicciones, que ha logrado inculcar en el subconsciente colectivo la convicción de que los males y las frustraciones personales son el resultado de la actuación de unos pésimos gobernantes. No es necesario ser un lince intelectual para detectar e identificar dónde residen las contradicciones y los comportamientos llenos de cinismos de nuestros políticos y demás miembros de las élites económicas del país. Muy diferentes habrían sido los resultados si los ciudadanos hubiéramos sido capaces de identificar estos “atributos” de nuestras clases dirigentes, … ¿o sí lo somos?.

Por sencillo que parezca, ese repetitivo discurso argumental basado en la culpabilidad de los gobernantes y el subsiguiente convencimiento del electorado nacional de que, efectivamente, así es, se presta a evaluar el nivel de madurez y la capacidad para analizar de forma crítica las auténticas causas de la crisis que a todos nos toca sufrir.

Aun reconociendo el buen hacer de ciertos políticos del PP, sería excesivamente simplista atribuir el resultado de las elecciones al buen hacer de estos políticos, y por extensión, al resto de integrantes de esta formación política, yaque existen sobrados ejemplos de todo lo contrario. Por tal motivo, los factores que pueden explicar, al menos en parte, los resultados de estas elecciones en territorios no independentistas (y esta es otra cuestión) residen, no en el buen hacer de aquellos en las comunidades y municipios en que gobiernan, sino en el nivel de madurez y de educación cívica de los ciudadanos.

En relación a la sensibilidad o conciencia social (aspecto que puede observarse en la medida que los ciudadanos no pongan en práctica conductas marcadamente individualistas, con un menosprecio manifiesto hacia los bienes de propiedad o disfrute colectivo) calificaría a la sociedad española (siguiendo la antigua nomenclatura docente de muy deficiente.

¿Cómo se explica, pues, que individuos que utilizan el dinero de todos para financiar dispendios de uso y disfrute individual, o que aprovechen su posición para obtener beneficios y tratos de favor sigan obteniendo la aprobación y el respaldo de la gente?.
La primera explicación a esta pregunta es obvia: demuestra que la corrupción o la utilización del poder en beneficio propio, no sólo es tolerado sino que se ha institucionalizado. Digamos que la más sencilla de las conductas corruptas -como es la utilización no mercantilista del poder- es un comportamiento consustancial a la clase política española y, por extensión, a las élites económicas. En paises del norte de Europa, aun existiendo este tipo de comportamientos, nadie se vanagloria (y menos ante personas no incluidas dentro del círculo íntimo) de haber recibido o solicitado un trato de favor, o simplemente, haber defraudado a la Hacienda Pública. Aquí nadie siente el menor rubor o indignación cuando alguien manifiesta públicamente este tipo de comportamiento. Yo lo llamaría “coge el dinero pero no hace falta que salgas corriendo”. Como son obvios y abundan por doquier, no voy a ilustrar esta afirmación mediante ejemplos, sería como retirar la arena de la playa utilizando una cuchara.

La segunda explicación a la anterior pregunta, en mi opinión y más dolorosa, es la constatación (en términos generales, ¡claro!) de la predisposición de los habitantes al sur de los Pirineos a poner en funcionamiento conductas corruptas. ¿Es posible que tengamos el alma corrupta y no seamos conscientes de ello y para suavizar o desplazar el sentimiento de culpabilidad consideremos que son los políticos, los banqueros, los empresarios y en general, los demás los que son realmente corruptos?. ¿Tan generalizada es nuestra predisposición a la corrupción y el engaño que el que lo manifiesten los políticos no nos perturba y hace que sigamos aceptando el uso del poder en beneficio propio por parte de quienes lo ejercen?.

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