lunes, 8 de marzo de 2010

La reforma financiera en EE.UU por Paul Krugman y Sandro Pozzi

Los dos artículos publicados a continuación analizan los problemas con los que se va encontrando el proyecto del Presidente norteamericano de poner límites al sector financiero norteamericano, y de ésta forma, evitar que se vuelva a repetir la peor crisis finaciera que se recuerda desde la famosa Crisis del 29 y que han llevado a casi todos los gobiernos de los paises desarrollados a poner cuantiosas cantidades de dinero público, a disposición de los bancos. Lo que se ha buscado con esta actuación, casi coordinada, por parte de todos los gobiernos es evitar una quiebra masiva y generalizada de los bancos y demás entidades financieras. Con ésta actuación lo que se ha querido evitar (y de momento se ha conseguido) es un agravamiento de la crisis, que de haberse producido, sus efectos podrían ser peores que los provados por una guerra mundial

La reforma de Obama languidece
Los cambios en la supervisión del sistema financiero tropiezan con serios obstáculos en EE UU
SANDRO POZZI 07/03/2010

Un año después de vender un cambio radical en la supervisión del sistema financiero, el tiempo se le echa encima a Barack Obama para sacar adelante una de las dos grandes reformas con las que quiere marcar su presidencia. La oposición republicana es feroz en el Senado. Pero la iniciativa del presidente de Estados Unidos tampoco cuenta con el respaldo de los demócratas moderados, lo que le obliga a ser flexible y aceptar unos cambios que favorecerán más de lo que se pensaba o deseaba a los gigantes de Wall Street.
Algunos demócratas se suman a los republicanos y rechazan el plan
Con cada obstáculo salvado, el proyecto se aleja más de su objetivo inicial
Se habla y se dice mucho estos días en Washington. Pero se avanza con dificultad 18 meses después de que el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal (Fed) tuvieran que intervenir para salvar el sistema financiero de su peor crisis en ocho décadas. Con cada obstáculo salvado, el plan se aleja más del objetivo inicial de poner coto a los excesos que causaron el terremoto financiero.
El temor es que la reforma se limite a un traspaso de poderes y no transforme el statu quo. Es lo que está pasando con el corazón de la propuesta de Obama: la creación de una agencia independiente que proteja al consumidor de abusos en productos financieros como hipotecas y tarjetas de crédito. La Cámara de Representantes le dio su bendición antes de la Navidad, pero en el Senado la cosa es muy diferente y todo apunta a que el concepto original quedará muy tocado.
... La gran dificultad, por tanto, estará en ver la autonomía real con la que contará el nuevo organismo para dictar normas, en definitiva, qué poder tendrá. El grupo de presión Americans for Financial Reform advierte del peligro de que la reforma acabe siendo una víctima de los mismos bancos que causaron la crisis. "La propuesta revisada no ofrece lo que se necesita para proteger a las familias ni al sistema financiero en su conjunto" de los excesos, opinan sus responsables, quienes consideran una ironía que se quiera poner la agencia en manos de la Fed.
Y ahí llega el otro punto controvertido. El segundo pilar de la propuesta original de Obama pasaba por reforzar el papel de la Reserva Federal en la supervisión de los riesgos. Pero tanto demócratas como republicanos son muy críticos con el trabajo del banco central previo a la crisis y reprochan a sus dirigentes no haber prevenido el estallido de la burbuja hipotecaria.
Hace tres meses la cosa pintaba muy mal para la institución que hoy preside Ben Bernanke. El senador Dodd proponía cortarle las alas para que pudiera concentrarse en la gestión de la política monetaria. Ahora, sin embargo, parece que el profesor de Princeton está logrando recuperar la confianza para que la Reserva Federal emerja como el principal regulador del sistema financiero. Bernanke fue contundente en su primera intervención pública ante el Congreso tras ser reelegido para presidir durante cuatro años más la Fed. Retirar los poderes de supervisión de los que dispone el banco central, dijo, "será un gran error". En este sentido, explicó que la crisis financiera demuestra que los grandes bancos necesitan una "estructura de supervisión consolidada".
"No se puede retirar del sistema a la institución con la capacidad, el conocimiento y la preparación técnica para lidiar con los riesgos sistémicos", subrayó Bernanke, mientras intentaba ganarse la confianza de los congresistas diciéndoles que en el seno de la Fed se están haciendo cambios estructurales para mejorar la calidad de la supervisión y evitar así errores pasados. A cambio de más poder, aceptó que la entidad sea auditada.
El tercer elemento en el aire se refiere a la idea lanzada por Obama de prohibir que los bancos especulen con fondos de los depósitos garantizados de sus clientes, la llamada Norma Volcker. En lugar de obligar por ley a las entidades bancarias a abandonar sus negocios en los mercados de capitales, el Senado quiere que sean los reguladores los que restrinjan determinadas actividades caso por caso.
Bernanke opinó que la medida sería difícil de aplicar y tendría consecuencias no deseadas. Las claves para evitar los problemas vistos durante la crisis, dijo el presidente de la autoridad monetaria, son fortalecer la disciplina de mercado, forzar a los bancos a ampliar su colchón de capital y someter las actividades de riesgo a un mayor control.
Cuando se analiza como quedarán las otras partes del sistema regulador, la propuesta parece quedarse corta. Todo apunta a que ésta se quedará en un traspaso de poderes, con la Fed vigilando a las grandes instituciones y cediendo al Tesoro y a la FDIC algunas funciones.
El think tank conservador American Enterprise Institute califica de simplista echar la culpa del bloqueo de la reforma financiera a las diferencias partidistas y recuerda que 27 demócratas votaron contra la propuesta del congresista Barney Frank en la Cámara de Representantes...
...Alan Blinder, profesor en Princeton, decía esta misma semana en un artículo que no hacer nada después de lo sucedido en Wall Street sería "una vergüenza". Lo que se pregunta ahora es si a la vista de lo que hay sobre la mesa, la reforma será viable. "El plan A murió hace mucho tiempo. Al plan B le cuesta respirar. Así que es el momento de preparar un plan C", apuntó Blinder.
En Wall Street también se respira un aire de frustración. No ve una discusión clara sobre el reparto de responsabilidades entre organismos del Estado. La manera de salvar la reforma, dicen, pasa por solucionar a las dos cuestiones más urgentes: la supervisión de los riesgos sistémicos y cómo desmantelar de forma ordenada las entidades demasiado grandes para quebrar, un proceso similar al que se está viendo con la aseguradora AIG.
Pero, sobre todo, el sector financiero quiere que acabe el debate cuanto antes porque desea dejar de ser el centro de la diana política. A la banca le despista el continuo cambio en las reglas de juego, y sus ejecutivos temen que ante el bloqueo legislativo, la Casa Blanca se vea apremiada a actuar por su cuenta.



El final de la reforma financiera
PAUL KRUGMAN
Publicado por El País 07/03/2010

Esta es la situación. Hemos atravesado la segunda peor crisis financiera de la historia mundial y apenas hemos empezado a recuperarnos: 29 millones de estadounidenses no pueden encontrar trabajo, al menos no a tiempo completo. Sin embargo, el impulso de llevar a cabo una reforma bancaria seria se ha perdido. Ahora la pregunta, por lo visto, es si conseguiremos un proyecto de ley aguado o ninguno en absoluto. Y odio decir esto, pero la segunda opción empieza a parecer preferible.

Es mejor que no haya reforma que una reforma cosmética que encubra la falta de actuación
El problema radica en el Senado, lo cual no es demasiado sorprendente, y principalmente, aunque no por entero, en los republicanos. La Cámara de Representantes ya ha aprobado un proyecto de reforma bastante drástico, más o menos en línea con lo propuesto por la Administración de Obama, y el Senado probablemente podría hacer lo mismo si funcionase según el principio de gobierno de la mayoría. Pero no es así, y cuando la oposición casi universal de los republicanos a una reforma seria se suma a la indecisión de algunos demócratas, el panorama es sombrío.
¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Y deberían los defensores de la reforma aceptar las concesiones que todavía podrían desembocar en algún tipo de proyecto de ley?
Muchos de los que se oponen a la versión de la reforma bancaria de la Cámara presentan su postura como una cuestión de principios. Los republicanos de la Cámara, cuando presentaron su propuesta alternativa, afirmaban que terminarían con los excesos bancarios introduciendo una "disciplina de mercado" (básicamente, prometiendo no rescatar a los bancos en el futuro).
Pero eso son imaginaciones. Por una parte, a la hora de la verdad, los Gobiernos siempre terminan rescatando a las instituciones financieras clave durante una crisis. Y de forma más general, depender de la magia del mercado para mantener los bancos a salvo siempre ha sido un camino hacia el desastre. Hasta Adam Smith lo sabía: puede que haya sido el padre de la economía de libre mercado, pero sostenía que la regulación bancaria era tan necesaria como los protocolos antiincendios en los edificios urbanos, y defendía una prohibición de los préstamos de alto riesgo y alto interés, la versión del siglo XVIII de las hipotecas subprime. Y la lección se ha visto confirmada una y otra vez, desde el pánico de 1873 hasta la Islandia actual.
Sospecho que hasta los republicanos, en el fondo, comprenden la necesidad de una reforma real. Pero su estrategia de oponerse a todo lo que proponga la Administración de Obama, unida al atractivo de los dólares del sector financiero -allá por diciembre, destacados dirigentes republicanos hicieron piña con los grupos de presión de los bancos para coordinar sus campañas antirreforma-, se ha impuesto sobre todos los demás argumentos.
Dicho esto, algunos republicanos podrían, sólo hipotéticamente, verse persuadidos para apoyar una versión muy debilitada de la reforma; en concreto, una que elimina un punto clave de las propuestas de la Administración de Obama: la creación de un organismo fuerte e independiente que proteja a los consumidores. ¿Deberían los demócratas aceptar semejante reforma aguada?
Yo opino que no. Hay ocasiones en que hasta una reforma enormemente imperfecta es mucho mejor que nada; éste es claramente el caso de la asistencia sanitaria. Pero la reforma financiera es diferente. Un proyecto de ley de asistencia sanitaria imperfecto puede revisarse a la luz de la experiencia, y si los demócratas consiguen que se apruebe el plan actual, habrá una presión constante para mejorarlo. Por el contrario, una reforma financiera débil no se vería puesta a prueba hasta la siguiente gran crisis. Todo lo que haría es generar una falsa sensación de seguridad y proporcionar una hoja de parra a los políticos que se oponen a cualquier medida seria; luego llegaría el batacazo.
Es mejor, por tanto, declararse a favor y poner a los enemigos de la reforma en evidencia. Y, faltaría más, hagamos hincapié en la polémica que ha despertado la propuesta de un organismo de protección financiera de los consumidores.
No cabe duda de que los consumidores necesitan una protección mucho mejor. El fallecido Edward Gramlich -un funcionario de la Reserva Federal que trató en vano de lograr que Alan Greenspan tomase medidas contra los préstamos nocivos- resumía perfectamente el razonamiento allá por 2007: "¿Por qué los productos crediticios más arriesgados se venden a los prestatarios menos sofisticados? La pregunta se responde por sí misma: los prestatarios menos sofisticados probablemente son embaucados para que acepten estos productos".
¿Es importante que esta protección la proporcione un organismo independiente? Debe de serlo, o los grupos de presión no estarían haciendo campaña con tanta insistencia para evitar la creación de dicho organismo.
Y no es difícil ver por qué. Algunos han sostenido que el trabajo de proteger a los consumidores puede y debe hacerlo la Reserva Federal, o bien -como se propone en una solución que en estos momentos parece improbable- una unidad integrada en el Departamento del Tesoro. Pero recuerden que, hace no mucho, Greenspan era el presidente de la Reserva Federal y John Snow era el secretario del Tesoro (ministro de Hacienda). Caso cerrado. El único modo de que los consumidores estén protegidos bajo los futuros Gobiernos antirregulación -y, créanme, dado el poder de los grupos de presión financieros, esos Gobiernos llegarán- es que haya un organismo cuya única razón de existir sea controlar los abusos bancarios.
En resumen, por tanto, es hora de decir "hasta aquí hemos llegado". Es mejor que no haya reforma, y que ello vaya unido a una campaña para nombrar y avergonzar a los culpables, que una reforma cosmética que simplemente encubra la falta de actuación.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008. © 2009 New York Times News Service. Traducción de News Clips.

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